domingo, 2 de mayo de 2010

La ciencia descubre las claves de la felicidad

El altruismo pesa más que el hedonismo a la hora de conseguir satisfacción - El bienestar depende por igual de los genes y de nuestra actuación - Los 40 son un bache; los 60 el apogeo.


MONICA SALOMONE

EL PAÍS - Sociedad - 28-12-2008
 Si es usted un escéptico que no cree en fórmulas mágicas para la felicidad; si la crisis le deja sin dinero para regalos pero con tiempo para dedicar a otros; si entre sus objetivos para 2009 está el conseguir un ansiado bien material... lo que sigue podría interesarle. Resulta que la búsqueda de la felicidad, del bienestar subjetivo, del sentimiento de satisfacción personal, ya no es cosa de gurús que dan consejos, sino que ha entrado de lleno en el ámbito de las ciencias si no exactas, sí experimentales.

Y algunos de sus hallazgos son sorprendentes. Muestran, por ejemplo, que hay más felicidad en el altruismo que en el hedonismo, y en dormir más cada día que en comprarse un coche nuevo. También se sabe que cada uno de nosotros tiene una felicidad basal dependiente de los propios genes pero no por ello marcada a fuego: es posible manipularla... siempre que se descubran los mandos correctos. Lo bonito del asunto es que entre quienes diseccionan la felicidad para buscar sus ingredientes hay economistas, sociólogos o psicólogos que publican sus trabajos en las revistas científicas de mayor impacto internacional. Sí, hay una búsqueda científica de la felicidad.

El estado de máxima felicidad tiene un nombre: flow, flujo, un concepto acuñado hace dos décadas por el psicólogo de origen húngaro afincado en EE UU Mihaly Csikszentmihalyi, y que hace referencia a la absorción total que experimenta desde quien se entrega por completo a una tarea intelectual hasta quien se sumerge en un videojuego […].

La Unión Europea acaba de financiar el proyecto Happiness, una investigación que durará tres años y analizará cómo influyen las condiciones ambientales -desde el clima y la polución a la disponibilidad de servicios educativos o de salud- en el bienestar subjetivo (uno de los sinónimos técnicos para felicidad) de los europeos. La directora del proyecto, Susana Ferreira, del University College en Dublín, espera que los resultados sean útiles para la toma de decisiones "de la clase política y para el público en general".

Ferreira y el resto de investigadores son economistas. No son ni mucho menos los únicos en este campo. En economía es importante saber por qué el público toma las decisiones que toma, y esa pregunta ha guiado a Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía de 2002, hasta la felicidad. Le ha guiado, en concreto, a la siguiente cuestión crucial: si la felicidad es el motor del comportamiento humano, habrá que saber cómo medirla. "Las declaraciones directas de bienestar subjetivo podrían ser útiles a la hora de medir las preferencias del consumidor (...) si esto pudiera hacerse de modo creíble", escribía Kahneman en 2006 en la revista Journal of Economic Perspectives[…].

Pasión consumista



Pasión consumista
BELÉN ALTUNA
EL PAÍS - 03-03-2010

Todos los días leemos que con la crisis ha descendido el consumo de tal cosa o tal otra. De casas, de coches, de salidas a restaurantes, vacaciones u otras formas de ocio, de ropa, de caprichos y pequeños lujos. Lógico. Lo que ya no se oye tanto son aquellas voces (tan optimistas) que al principio de la crisis económica global auguraban que ésta era la ocasión propicia para revisar los cimientos del capitalismo, no sólo en sus desenfrenados aspectos financieros, sino también en cuanto al frenesí hiperconsumista en el que todos participamos con fruición. Que ésta sería la oportunidad de fomentar cierta cultura del ahorro y la moderación, la ocasión de cultivar valores menos materialistas, etcétera, etcétera.

"A la fuerza, ahorcan", dirán algunos. De acuerdo, pero a estas alturas parece claro que ni va a haber una clara regulación de los mercados financieros, ni un duradero cambio de mentalidad respecto a los abusos del consumismo ("la tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios", según la RAE: ésta no es una diatriba contra el consumo en general). Es más, cuanta más frustración atesoramos, más tendemos a consumir (aunque ahora busquemos productos más baratos) como una forma de consuelo o satisfacción compensatoria, de levantar el ánimo.

Pascal Bruckner (La tentación de la inocencia) retrataba la lógica consumista ante todo como una lógica infantil: en primer lugar, por la urgencia del placer, el querer "todo y ahora mismo", deseo que hace posible el crédito (compre ahora y pague después), que elimina todo lo que supone espera, maduración, contención; en segundo lugar, por la habituación al don, por la ignorancia de considerar las grandes conquistas de la modernidad no como avances extraordinarios, fruto de grandes esfuerzos, sino como derechos adquiridos; en tercer lugar, por su característica sed de diversión, de búsqueda de entretenimientos que combinen la máxima evasión con el mínimo de obligaciones. Las duras condiciones de la crisis harán tambalear a más de uno esta lógica consumista, pero otra cosa es que se fomente una alternativa verdaderamente sólida. Aunque no todos piensan así. "Nada reducirá la pasión consumista, salvo la competencia de otras pasiones", afirma otro francés, Gilles Lipovetsky (La sociedad de la decepción). ¿Como cuáles? "Conocer, aprender, crear, inventar, progresar, ganar autoestima, superarse", ese tipo de ideales o ambiciones que los bienes comerciales no pueden satisfacer. Atención a su profecía: "Llegará un día en que la cultura consumista no tendrá ya el mismo impacto, la misma importancia en la vida de las personas. A fin de cuentas, esta cultura es una invención reciente en la historia: comienza su andadura a fines del siglo XIX y adquiere una fuerza considerable a partir de la década de 1950"; es decir, puede asimismo deshacerse o transformarse. Mi imaginación, por el momento, no llega a tanto.